¿Acaso pretendemos adjudicarnos en exclusiva la mente y el propósito, cuando las propias células de nuestro cerebro provienen de una historia evolutiva mucho más amplia que la humana?
Gaia and Philosophy — Lynn Margulis y Dorion Sagan
Biota
La babosa marina se decapita a sí misma su cuerpo muere la cabeza se arrastra sola solo si se ve con ganas dejará crecer su cola. El microbio anaerobio busca alimento sigue el campo magnético la oscuridad, su aliento pues no soporta el oxígeno para él, es veneno. La medusa nutricula puede volver a su infancia cuantas veces quiera si algo la hiere, se reinicia como si nada hubiera pasado una y otra vez, amortal. El moho mucilaginoso sin ojos, sin mente con sus patas amarillas encuentra siempre la mejor ruta lo que nos lleva toda una vida para él, solo es comer. La esponja marina sin sangre, sin dirección sin órganos, pero en concierto vive diez mil años amarrada a una roca sin querer otra cosa. La arquea metanógena respira raro, exhala metano si dejara de hacerlo el carbono colapsaría y con él, el cielo y con eso, nosotrs. La ballena muere y cae al fondo inaugura una ciudad algunas especies sólo existen en el abismo oceánico donde apenas se ve una se alimenta de lo que queda. Brilla el fitoplancton bajo el hielo ártico solo cuando el sol lo alcanza hace florecer el oxígeno esa cosa microscópica invisible a tus ojos se revela ante la pupila satélite como una masa azul fluorescente. Microesqueletos de protozoos muertos riegan el fondo marino su calcio lubrica las placas el futuro movimiento tectónico la danza de las montañas. El hongo micelio se extiende sus hilitos recorren el bosque una tierra de conexiones húmedas las plantas se avisan, se cuidan bajo nuestros cráneos las neuronas hacen lo mismo. La Tierra es un cuerpo perfecto se autorregula, nos cuida nosotrs no somos capaces rompemos su sistema inmunitario y ahora sube la fiebre y aun siendo la infección también sentimos las décimas. Como una semilla congelada en la tundra siberiana que espera treinta mil años y aún puede germinar si el clima ofrece una señal yo me pregunto por qué seguir pensando en ti en vez de en todas estas cosas.
Decía Roland Barthes que la brevedad del haiku no es formal; el haiku no es un pensamiento rico reducido a una forma breve, sino un acontecimiento breve que encuentra de golpe su forma justa. En contraste con la poesía occidental, que construye lo que llama un hojaldre de símbolos, el haiku es una operación que detiene el sentido, que interrumpe el paradigma de ‘esto significa aquello’. Cuando leí por primera vez el ensayo1 donde desarrolla esta idea, me quedé con hambre. Hasta entonces, lo poético, para mí, debía tener múltiples capas de lectura y profundidad. A partir de entonces, la lógica de la interpretación simbólica —ese impulso de leer siempre un ‘más allá’— se descubrió como una compulsión de la cultural occidental. No he logrado escapar de ella, pero al menos la reconozco. Por eso pienso este poema como un hojaldre zen, un engendro del intersticio: un haiku expandido.
Hace unos días, leyendo comentarios sobre Flow, la maravillosa película de Gints Zilbalodis, encontré algunas reacciones negativas que se quejaban de que los animales no hablaban, como si toda experiencia cinematográfica debiera traducirse al discurso humano o, más precisamente, como si el silencio y el sonido de la naturaleza no fueran suficientemente humanos. Zilbalodis ha explicado en varias entrevistas que hacer que los animales se comportaran como lo harían en la realidad le permitía narrar la película de una forma más visual2.
Y yo me pregunto, además de la nula educación poética que recibimos, además de los ritmos del turbocapitalismo soplándonos la nuca, ¿qué más nos hace daño en lo poético? ¿Por qué intervenir siempre el mundo con nuestra voz, como si todo necesitara traducción y sentido? Tal vez la atención más radical no sea nombrar, sino estar y dejar que las cosas guarden silencio.
Roland Barthes, “La exención del sentido”, en El imperio de los signos, Seix Barral, 2007.
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